Rocío dejaba su ropa tirada en el suelo, los aretes en la ducha y su teléfono en la cocina, el orden sin duda no era su mejor amigo. Una vez por semana y con altas dosis de cafeína en el cuerpo, se disponía a hacer la cama, lavar la ropa y mudar su joyero del baño a su habitación. Estaba consiente de su gran defecto, le hubiese gustado encontrar una píldora que le ayudara a ser más ordenada , y es que nadie entendía como una mujer puntual, practica y analítica, fuera un desastre con el orden de su habitad.
Una vez que dejo todo en su lugar sacaba de un especie de altar secreto, una amarga y negra barra de chocolate.
Era su elixir, su placer, el deseo, lo más parecido a un orgasmo hasta ese momento. Como es de costumbre se peino cien veces como lo leyó en una revista, pintó sus largas pestañas casi como un delicado y riguroso ritual religioso, camino tan suave y silenciosa como un alma en pena, puso agua a hervir junto a dos tazones, miro el reloj, las seis y quince de la tarde. todo en orden...el agua caliente, la cabellera cien veces peinada, las pestañas etéreas, los panqueques sobre la mesa.
Era el momento prolijo para escuchar el freno de la bicicleta de Esteban, inevitablemente volvía a repasar cinco veces más el cepillo por su cabello y a fingir como toda una buena actriz que se llegada había sido inesperada. El pasó de largo sin siquiera notar las largas y voluptuosas pestañas de Rocío, lo primero que notó fue el embriagante aroma del café y los panqueques recién hechos. Ese aroma era un poema para el despreocupado Esteban, sin importar que su mujer pareciese un ángel.
Rocío quedó tres segundos con la mejilla suspendida en el viento, con la mirada inquietante volvió a la tranquilidad esperando el saludo de quien hasta ese entonces era su pareja. El paso de largo a guardar sus pertenencias, hasta que por fin se percató de Rocío que lo miraba con un tazón caliente y lleno en una de sus manos, se dio cuenta muy rápido que sin querer la había ignorado y para remediar a situación la miro sonriendo, mencionando el hambre y el cansancio que sentía.
_ Amor; tomo una ducha y comemos?
_ Hola¡ Por fin saludas.. (sonrisa y tono sarcástico)
_ Muero por una ducha y no quiero darte un beso y que sientas mi sudor de hombre de puerto
_ Esta bien, te entiendo, solo apúrate para que alcance a probar los panqueques calientes.
_ Ok no tardo.
_ Ok.
_ Rocío¡
_ Que?
_ Te amo....
_Gracias...
Tan común esa palabra tan gastada y fría, tan fácil de pronunciar pero imposible hasta ese momento para sentir, nunca le costó decir un te amo, pero al mencionar esa palabra ella se sentía una mentirosa. Con el tiempo y su soledad le pesaba, le inquietaba aquel sentimiento que formaba un carácter propio y cada vez más sarcástico en su mirada. La comía por dentro, le quitaba el aire por las mañanas y por las tardes llenaban de vacío en sus ojos pocos brillantes.
psicologia analitica, sin duda esa es tu segunda profesion.
ResponderEliminarme encanto por un momento la introduccion y el frenado de la bicicleta me llevaron al pasado y a los sentimientos tan comunes de esta rutinaria vida, felicidades y ahhh me encanto ela cuario de tu blogg le di de comer a tus siete peces
**
ResponderEliminar