viernes, 21 de enero de 2011

El Ultimo Café



Me dejó su café a medio servir
Se había enfriado y el azúcar sabio amarga,
Dos tazones quedaron en la improvisada mesa de plástico al costado de mis sabanas
Y supe que seria siempre así su café:
Amargo, siempre a mitad de sus instintos,
Siempre listo para servir y nunca preparado para su fin.

El se marcho y me dejo sus cenizas en mi mente
El cigarro pálido de tu despedida,
El humo que se escapa igual que su presencia volátil y cínica.
Su ausencia me dejo estancada en una prueba de debilidad,
En la cual no he  sido calificada positivamente.

La orquilla que en mi tiempo de cordura posa elegante sobre mis cabellos,
Ahora me mira de re ojo sintiéndose abandonada en el suelo de mi alcoba,
Quizás me mira de la misma manera que desinteresadamente mis ojos cabizbajos se dirigen hacia los tuyos.
Por todos los rincones de ésta mi vida, me encuentro con cadáveres de tu presencia.
Y  con mis hombros cada vez más cerca del suelo,
Las pestañas más delgadas y las manos hundidas en mi rostro,
Voy enterrando a mis muertos, a este café a mitad de la taza
¿Medio lleno, medio vacío?
Que importancia tiene si tú ya te has ido.

Media taza de café dura tu paciencia,
En ese frío líquido oscuro no hay espacio para el pesimismo,
Ni azúcar que de sabor al optimismo,
Su solución homogénea solo es lo que las evidencias dejan al descubierto,
Y en mi autopsia se ha arrojado la última sobredosis de abandono
.la causa que esta epidemia valla matando lentamente recuerdos,
Manos entrelazadas, cuerpos involucrados, los tazones vacíos, pero llenos de conversaciones, risas triviales,
Anécdotas coloridas, el lado sutil de la rutina.
Todo muere minutos mas tarde cuando finges que tiene importancia tu reloj
Al cual solo te veo observar cuando desapareces fuera de mí,
Extasiado y satisfecho de mi bulto corporal.

Aun en conocimiento de este homicidio, cometido con mis recuerdos
Aun sabiendo con lujos y detalles el final de su desenlace,
No dejo de enterrar mis muertos, una y otra vez,
Con las manos hundidas en mi rostro,
Con los tazones en la improvisada mesa de plástico,
Con el pálido cigarro muriendo entre mis dedos,
El humo, las sabanas estremecidas, arrugadas,
Y tus pasos hacia la puerta, alejándose rápidamente
Para no ser testigo de cuando me convierto en la asesina de mis propios sentimientos.

Jazmín.



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