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Desde el ventanal se ve la montaña nevada, un par de edificios y un cielo gris en plena primavera, el tic tac del reloj es fiel testigo de la rutina, de la incertidumbre. Quizás no es un buen momento para mencionar el futuro, no mientras que la anciana habla de sus pulseras perdidas, le habla a su perra, tartamudea mi nombre, grita de sus dolencias.
Anhelaba sentarme a escribir, tenía tantas historias en la cabeza. Pensaba por ejemplo en aquellos mensajes que escribí y que nunca llegaron al destinatario correcto, pensaba en Nataniel aquel romance que me regalo el destino. Tengo tanto que recordar tanto que rescatar y para echar a la basura, de repente me volví una araña, tejiendo historias inconclusas, algo así como un antídoto a lo que un día fue la enfermedad de la rutina.
Voy a inventar un nuevo nombre, una nueva apariencia y dejaré que la mentira se vuelva un arte.
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