Se encontraron heridos y cansados, sofocados por la injusticia y por la represión por quienes juraron protegerlos, corrieron sin parar hasta encontrar un lugar donde estar a salvo, lo poco que se podía distinguir entre fuego, humo y una lluvia de piedras, era su pañuelo verde y su mochila con parches, la misma mochila que vio tantas veces en el metro de la misma mujer a quien nunca tuvo el valor de hablar. Hace un par de meses hacían el mismo recorrido juntos, en el mismo horario, aveces daba la impresión que se conocían de algún sitio o de alguna otra época, fue tan fuerte las ganas de verla que caminaba por todo el vagón solo por verla un par de minutos, para luego simular que era todo una casualidad, sabiendo muy en el fondo que lo mas probable que ella ni si quiera supiera de su existencia.
Ella es Martina, estudia Pedagogía en Historia, siempre sube leyendo, libros, su cuaderno gigante, una vez subió con una novela, cuando va sentada juega con sus rizos y mueve los pies como si estuviese danzando en secreto.
El es Ramiro, Estudia Arquitectura, siempre viaja de pie, menos los días que viaja con maquetas, la gente le cede el asiento, para no estropear sus calificaciones, nunca va leyendo porque dibuja en un cuaderno que esta viejo y arrugado, una vez dibujo los ojos de una pasajera y nunca más los olvidó, tiene las manos largas y siempre manchadas con el carboncillo.
Cuando se escuchó el estallido, también se escucharon los gritos de la gente, no entendía nada, el solo contaba con un cartel y su voz, eran su única arma, de pronto se perdió entre la multitud y veía como los cazadores trataban de callar a sus amigos, uno a uno los perdió de vista, la persecución era tan violenta como inhumana, como pudo sostuvo su cartel en alto, de pronto perdió el miedo, recobro coraje por la justicia, por aquella madre que se levanta a las 5 am para llegar a su trabajo y pagar sus estudios y mantener a su abuela que recibe una pensión tan violenta como la represión macabra que estaba viviendo en ese momento.
Fue en ese momento cuando reconoce la mochila de Martina, la chica esta de rodillas en el suelo, respiraba con dificultad a pocos metros de tres policías que tenían la intención clara de arrestarla o reducirla. Corrió tan rápido como pudo, olvido su cartel y la neblina toxica del gas lacrimógeno que cubría a la chica. Se arrodillo junto a ella, la miro fijo y tomo sus manos y le levantó de prisa,con una fuerza desmedida corrió con la chica en sus brazos hasta que perdió las fuerzas y siguieron corriendo, protegiéndose mutuamente hasta que lograron refugiarse dentro de un museo.
Con una voz intermitente ella logró agradecerle, el no podía aun pronunciar ninguna palabra, estaba tan eufórico como nervioso, ella se acerco a el y le limpio los ojos con una agua que tenia en su mochila, a medida que pasaba el paño por su rostro se volvían a reconocer, sus ojos heridos y sangrientos se enfrentaban del uno y el otro y el corazón de ambos salia de sus pechos, los chicos del metro que nunca habían cruzado palabras ahora se contemplaban sin pudores ni miedos, sin bandos, ni ideologías.
Mientras que pasaba el paño húmedo por el rostro de Ramiro, la mano temblorosa de el tomó uno de sus rizos, ella le sonrió como si le estuviese entregando la vida, no sabían si quiera sus nombres pero ya se conocían lo suficiente. Se besaron por un eterno momento, no existía nada más que ellos en la oscuridad de las escaleras del museo.
Los policias lograron entrar al lugar y esta vez lograron capturar a Ramiro, fue imposible para Martina salvarlo, a pesar de sus fuerzas, el grito y el llano no pudo con el forcejeo, eran 10 hombre contra ella, El alcanzó a gritarle que huyera.
_Te volveré a encontrar...
Martina no volvió a ver a Ramiro, durante un largo tiempo fue ella quien desesperada recorría el vagón del metro con la ilusión de volver a verlo, ni siquiera sabia su nombre, solo sabia que era su chico del metro, al que nunca tuvo el valor de hablar...
Soledad Jazmin Campos C.-
En honor a los jóvenes que nunca volvieron de la lucha.
Mientras que pasaba el paño húmedo por el rostro de Ramiro, la mano temblorosa de el tomó uno de sus rizos, ella le sonrió como si le estuviese entregando la vida, no sabían si quiera sus nombres pero ya se conocían lo suficiente. Se besaron por un eterno momento, no existía nada más que ellos en la oscuridad de las escaleras del museo.
Los policias lograron entrar al lugar y esta vez lograron capturar a Ramiro, fue imposible para Martina salvarlo, a pesar de sus fuerzas, el grito y el llano no pudo con el forcejeo, eran 10 hombre contra ella, El alcanzó a gritarle que huyera.
_Te volveré a encontrar...
Martina no volvió a ver a Ramiro, durante un largo tiempo fue ella quien desesperada recorría el vagón del metro con la ilusión de volver a verlo, ni siquiera sabia su nombre, solo sabia que era su chico del metro, al que nunca tuvo el valor de hablar...
Soledad Jazmin Campos C.-
En honor a los jóvenes que nunca volvieron de la lucha.