Mi primer beso fue a los trece años, en vacaciones de invierno, no recuerdo el año exactamente, pero recuerdo que estaba cursando octavo básico. Mis papás me regalaron dos pasajes a Santiago y me quedé en casa de unos amigos de mis papás. Era una pareja madura que tenía tres hijos, la menor tenía quince años y apenas llegué a su casa nos volvimos grandes amigas. Ella estaba muy por delante de mi, era mayor por dos años, tenía el cuerpo de una chica de veinte, tenía un montón de amigos y admiradores y por de más tenia una labia suficiente para encantar al cualquier chico que ella quisiera. Fue la primera vez que me maquillé y use ropa ajustada, llegue siendo una niña provinciana y regrese convertida en toda una adolecente Santiaguina. De inmediato empecé a conocer las amistades de mi amiga y en cuestión de minutos ya era una más de ellos. Ahí conocí a mi primer beso, Ramiro. Él era el típico chico coleccionista de besos, alardeaba por su fama de galán adolecente y a mi ni siquiera me gustaba, pero Ramiro fue hasta ese entonces, el único chico que estaba dispuesto a robarme un beso, y esa era una oportunidad perfecta para mi para dejar de ser la niña a la que nunca habían besado. Mi amiga era la única que sabía de mi inexperiencia y me alentaba maquillándome hasta los poros de la nariz.
Todo estaba planeado entre mi amiga y Ramiro, había una complicidad entre ellos muy evidente y en algún momento me sentí una tonta, una presa fácil. Era medio día y en la casa de mi amiga entraba la luz de sol en el sillón amarillo en donde yo me encontraba , me sudaban las manos, me pesaba la conciencia y mis aún músculos infantiles se tensaron como la trenza que me hacia mi mamá cada vez que desfilaba por el colegio. Él se me acercó tanto que no sabía que si quería robarme un beso o la respiración, en ese preciso momento me arrepentí de todo, lo alejé con fuerza y roja como un tomate, me pare del sillón y fui a la cocina a ver a mi ingrata amiga que al parecer se la había tragado la tierra, el niño no se dio por vencido y me persiguió por toda la casa, tomando mis manos húmedas por mi infantil nerviosismo, invadiéndome con su mirada de adolecente ganador, supongo que no permitiría que nadie se riera de él, al saber sus amigos que la chica nueva lo había rechazado. Entonces, se lanzo rápidamente acercando sus labios a mi mejilla, lentamente, viajo hacía mi boca y con mis pómulos ardientes y mis ojos abiertos de par en par, dejé que su húmeda lengua explorará mi quieta y nerviosa boca. Cuando terminó nuestro beso, corrí hacia las escaleras limpiándome los labios, como quien ha terminado de comer una hamburguesa que se le desborda la mayonesa. Mi amiga me esperaba en la escalera, me abrazo emocionada y le causo tremenda gracia mi acto de higiene después de mi primer beso, corrí al baño y estuve cepillando mis dientes durante diez minutos, mi corazón salía de mis ambos pequeños senos y por acto de magia, me enamoré del romanticismo y durante 2 días Ramiro era mi príncipe azul a la fuerza, hasta que llegó otra chica nueva. Volví a Iquique con mariposas en la guata y un par de lápices de ojos que más tarde serían prohibidos por mis padres.
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